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México sin FONDEN: cuando los desastres ya no son naturales, sino políticos

  • Foto del escritor: CV  Noticias
    CV Noticias
  • 14 oct
  • 2 Min. de lectura

En México, los huracanes, las lluvias y los sismos siempre han puesto a prueba la solidaridad de un país entero. Pero hoy, cuando cinco estados sufren pérdidas millonarias y miles de familias lo han perdido todo, la pregunta es inevitable: ¿Dónde está el gobierno federal?

La respuesta duele: donde antes estaba el FONDEN, hoy sólo queda un vacío.

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El Fondo de Desastres Naturales fue, por más de veinte años, el escudo económico y operativo del país frente a las emergencias. Permitía reaccionar con rapidez, coordinar apoyos, reconstruir escuelas, hospitales, caminos y viviendas. No era perfecto, es cierto. Había fallas, burocracia, incluso corrupción. Pero funcionaba.


El problema no era el fondo, sino quienes lo manejaban. Y en lugar de corregirlo, el gobierno decidió borrarlo.


En 2020, bajo el argumento de “acabar con la corrupción”, el entonces presidente López Obrador impulsó la eliminación del FONDEN. El Senado lo aprobó sin titubeos, y en 2021, el fideicomiso que protegía a millones de mexicanos desapareció.


El dinero, dijeron, “seguirá existiendo en el presupuesto”. Pero la realidad es otra: los recursos ya no están garantizados, no hay reglas claras, ni mecanismos automáticos de respuesta.


Hoy, mientras Veracruz, Puebla, Hidalgo, San Luis Potosí y Querétaro enfrentan los estragos de las lluvias, inundaciones y deslaves, no hay un fondo inmediato para atender la emergencia. Los estados mendigan recursos, los damnificados esperan ayuda y el gobierno federal responde con discursos, no con acciones.


¿De qué sirve presumir austeridad si esa austeridad deja sin techo a quienes perdieron su casa por un huracán?


¿De qué sirve eliminar la corrupción si a cambio se eliminó la capacidad de respuesta ante una tragedia?


El FONDEN no era una dádiva, era un derecho. Era el respaldo que el Estado debía garantizar cuando la naturaleza golpeaba más fuerte que los presupuestos locales. Hoy, ese respaldo depende de decisiones políticas, de la voluntad presidencial y de lo que quede disponible en una partida genérica del presupuesto federal. En otras palabras: la ayuda ya no está asegurada. Está condicionada.


Mientras tanto, comunidades enteras siguen bajo el agua, los caminos destruidos aíslan pueblos, y miles de familias esperan por un apoyo que tal vez nunca llegue.

El gobierno insiste en que “los recursos no han desaparecido”, pero los hechos son contundentes: sí desapareció la certeza, sí desapareció la rapidez, sí desapareció el escudo que protegía a los más vulnerables.


México se quedó sin su fondo de emergencia, justo cuando más lo necesita.

Y eso, más que una decisión económica, es una tragedia política.


Porque cuando un país decide desmantelar sus mecanismos de protección, deja de ser víctima de los desastres naturales… y se convierte en víctima de sí mismo.

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